La muerte de Marat | David |
Época: 1770-1800.
Movimiento: Neoclasicismo.
Región: Francia.
Artistas: Jacques-Louis David; Germain Jean Drouais; François Gérard; Anne-Louis Girodet-Trioson; Antoine-Jean Gros; Pierre Narcisse Guérin; Jean Auguste Dominique Ingres; Jean-François Peyron; Pierre Paul Prud'hon; Jean-Baptiste Regnault; Joseph-Benoît Suvée; Marie-Louise-Élisabeth Vigée-Lebrun.
Marco histórico.
El siglo XVIII en Francia es el Siglo de las Luces, que alumbró la Ilustración y el enciclopedismo. Se clama por la muerte del absolutismo y la separación de poderes. Se insinúa la necesidad de proclamar los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Se lucha por el derecho de los pueblos a ostentar su soberanía... Todo ello culminará, por supuesto, en la Revolución Francesa.
···
Para aleccionar al pueblo, se rescatan los ideales clasicistas de la Roma republicana, ejemplo ética y moralidad política y ciudadana. El objetivo es una revisión de las costumbres y el arte del último Barroco, que ha desembocado en el Rococó, destinado a deleitar los sentidos en vez del intelecto. Todo esto generó criterios casi de higiene social, para lo cual se recurrió al desarrollo de las ciencias. Aplicadas al arte, nacen ciencias como la Estética, la Historia y la Historia del Arte o la Arqueología, que disfrutó una auténtica explosión.
El nacimiento del neoclasicismo francés.
Un primer intento de revivir la antigüedad clásica, aunque con estética rococó, viene representado por el francés Joseph Marie Vien. Si bien será su discípulo, Jacques Louis David, el máximo representante del Neoclasicismo.
Es en la obra de David donde queda más patente la relación entre la Revolución francesa y la pintura neoclásica en Francia. En sus cuadros a menudo usó elementos romanos o griegos para ensalzar las virtudes de la Revolución francesa, anteponiendo el estado a la familia. Su ‘Juramento de los Horacios’, pintado en Roma en 1784, destacó en el Salón de París de 1785 y se lo considera el verdadero manifiesto estético iniciador del Neoclasicismo. Antes de eso, ya había pintado ‘Belisario’ (1781), ‘La muerte de Sócrates’ (1787) y ‘Los amores de Paris y Helena’ (1788).
David abrazó decididamente la acción política en la Revolución francesa y desempeñó el cargo de superintendente de Bellas Artes, lo que le permitió dictar el estilo de la Francia revolucionaria, persiguiendo el arte rococó y a sus pintores mientras que ensalzaba a la República y a los héroes antiguos. Más tarde, con el advenimiento del Consulado y luego del Imperio, David se convirtió en pintor de cámara de Napoleón, realizando sus retratos oficiales que servían de propaganda del nuevo régimen; en estas obras David abandonó los ideales revolucionarios, retratando el lujo propio de la corte imperial. Ejemplifican el estilo imperio, creado por David a petición del nuevo emperador Napoleón I.
La secta de Barbus.
David formó a estudiantes de toda Europa, agrupados bajo el nombre de ‘Escuela de David’. De la primera generación, de alrededor de 1780, cabe distinguir Antoine-Jean Gros, François Gérard, Anne-Louis Girodet y Jean-Germain Drouais.
Sin embargo, a finales del siglo XVIII, surgió movimiento disidente dentro de la Escuela de David, dirigido por la Secta de Barbus. Este grupo abogaba por una radicalización de estilo neoclásico, inspirado en la antigüedad griega la más arcaica, cuya pintura ‘La muerte de Jacinto’ de Jean Broc es la más representativa. Sus pintores reprocharon David no ir lo suficientemente lejos en su conversión al ‘griego puro’, representado por su pintura ‘Las sabinas’.
Los últimos neoclasicistas.
A principios del siglo XIX, el neoclasicismo está representado por una nueva generación de artistas, entre ellos se destaca Jean-Auguste-Dominique Ingres. Mientras tanto, Gros y Girodet, alumnos de David, inician el movimiento hacia la pintura romántica con sus lienzos ‘la batalla de Eylau’ y ‘el entierro de Atala’.
En el neoclasicista Anne-Louis Girodet-Trioson (1767-1824) se observan los primeros rasgos del Romanticismo pictórico. Se conserva el estilo neoclásico pero se tratan otros temas, como ocurre en ‘El sueño de Endimión (Le Sommeil d'Endymion, 1792), ‘Las sombras de los guerreros franceses conducidos por la victoria al palacio de Odín’ (L'apothéose des Héros français morts pour la patrie pendant la guerre de la Liberté, 1800) y ‘Los funerales de Atala’ (Funérailles d'Atala, 1808).
Aunque al principio se inspiró en Girodet, François Gérard (1770-1837) destacó por sus retratos, género no apreciado en el Neoclasicismo y que por su sentimentalismo preludiaba el Romanticismo. Entre sus obras más destacadas se encuentran ‘Psiqué y el Amor’ (Psyché et l'Amour, 1798) y el retrato de Madame Recamier (1802).
En ese mismo sentido son los retratos de Vigée-Lebrun, como puede verse en su retrato de Madame de Staël representada como Corina (hacia 1807-1808).
También las primeras obras de Pierre Paul Prud'hon (1758-1823), Jean-Baptiste Regnault (1754-1829) y Germain Jean Drouais (1763-1788) pertenecen a la estética neoclásica.
También cultivaron el Neoclasicismo en Francia: Jean-François Peyron (1744-1814), inspirado por Poussin y en cuya pintura predominan los colores fríos; Pierre Narcisse Guérin (1744-1833) que se centró en temas históricos; Joseph-Benoît Suvée, a quien se debe L'invention du dessin («La invención del dibujo»), 1791.
Finalmente, cabe mencionar a Jean Auguste Dominique Ingres (1780-1867) al que se considera el otro gran pintor neoclásico, incluso superior a David. Su obra, compleja, y dilatada a lo largo de tanto tiempo, incluía elementos románticos, de manera que realmente no se puede adscribir sólo a la estética neoclásica. Su estilo es claramente neoclásico, líneas puras, colores fríos, predominio del dibujo sobre el color, pero la temática es variada, y muchas veces recoge elementos exóticos típicos del orientalismo romántico. La belleza ideal propia del Neoclasicismo se refleja en obras como ‘La bañista de Valpinçon’ (1808).
Los temas neoclásicos.
El gran tema neoclásico es la pintura histórica. Además de la temática histórica, en pintura se cultivaron el retrato y el paisaje.
El siglo XVIII en Francia es el Siglo de las Luces, que alumbró la Ilustración y el enciclopedismo. Se clama por la muerte del absolutismo y la separación de poderes. Se insinúa la necesidad de proclamar los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Se lucha por el derecho de los pueblos a ostentar su soberanía... Todo ello culminará, por supuesto, en la Revolución Francesa.
···
Para aleccionar al pueblo, se rescatan los ideales clasicistas de la Roma republicana, ejemplo ética y moralidad política y ciudadana. El objetivo es una revisión de las costumbres y el arte del último Barroco, que ha desembocado en el Rococó, destinado a deleitar los sentidos en vez del intelecto. Todo esto generó criterios casi de higiene social, para lo cual se recurrió al desarrollo de las ciencias. Aplicadas al arte, nacen ciencias como la Estética, la Historia y la Historia del Arte o la Arqueología, que disfrutó una auténtica explosión.
El nacimiento del neoclasicismo francés.
Un primer intento de revivir la antigüedad clásica, aunque con estética rococó, viene representado por el francés Joseph Marie Vien. Si bien será su discípulo, Jacques Louis David, el máximo representante del Neoclasicismo.
Es en la obra de David donde queda más patente la relación entre la Revolución francesa y la pintura neoclásica en Francia. En sus cuadros a menudo usó elementos romanos o griegos para ensalzar las virtudes de la Revolución francesa, anteponiendo el estado a la familia. Su ‘Juramento de los Horacios’, pintado en Roma en 1784, destacó en el Salón de París de 1785 y se lo considera el verdadero manifiesto estético iniciador del Neoclasicismo. Antes de eso, ya había pintado ‘Belisario’ (1781), ‘La muerte de Sócrates’ (1787) y ‘Los amores de Paris y Helena’ (1788).
'El juramento de los Horacios' de Jacques-Louis David |
David abrazó decididamente la acción política en la Revolución francesa y desempeñó el cargo de superintendente de Bellas Artes, lo que le permitió dictar el estilo de la Francia revolucionaria, persiguiendo el arte rococó y a sus pintores mientras que ensalzaba a la República y a los héroes antiguos. Más tarde, con el advenimiento del Consulado y luego del Imperio, David se convirtió en pintor de cámara de Napoleón, realizando sus retratos oficiales que servían de propaganda del nuevo régimen; en estas obras David abandonó los ideales revolucionarios, retratando el lujo propio de la corte imperial. Ejemplifican el estilo imperio, creado por David a petición del nuevo emperador Napoleón I.
La secta de Barbus.
David formó a estudiantes de toda Europa, agrupados bajo el nombre de ‘Escuela de David’. De la primera generación, de alrededor de 1780, cabe distinguir Antoine-Jean Gros, François Gérard, Anne-Louis Girodet y Jean-Germain Drouais.
Sin embargo, a finales del siglo XVIII, surgió movimiento disidente dentro de la Escuela de David, dirigido por la Secta de Barbus. Este grupo abogaba por una radicalización de estilo neoclásico, inspirado en la antigüedad griega la más arcaica, cuya pintura ‘La muerte de Jacinto’ de Jean Broc es la más representativa. Sus pintores reprocharon David no ir lo suficientemente lejos en su conversión al ‘griego puro’, representado por su pintura ‘Las sabinas’.
Detalle de 'La Muerte de Jacinto' de Jean Broc |
Los últimos neoclasicistas.
A principios del siglo XIX, el neoclasicismo está representado por una nueva generación de artistas, entre ellos se destaca Jean-Auguste-Dominique Ingres. Mientras tanto, Gros y Girodet, alumnos de David, inician el movimiento hacia la pintura romántica con sus lienzos ‘la batalla de Eylau’ y ‘el entierro de Atala’.
En el neoclasicista Anne-Louis Girodet-Trioson (1767-1824) se observan los primeros rasgos del Romanticismo pictórico. Se conserva el estilo neoclásico pero se tratan otros temas, como ocurre en ‘El sueño de Endimión (Le Sommeil d'Endymion, 1792), ‘Las sombras de los guerreros franceses conducidos por la victoria al palacio de Odín’ (L'apothéose des Héros français morts pour la patrie pendant la guerre de la Liberté, 1800) y ‘Los funerales de Atala’ (Funérailles d'Atala, 1808).
retrato de madame Recamier de François Gérard |
Aunque al principio se inspiró en Girodet, François Gérard (1770-1837) destacó por sus retratos, género no apreciado en el Neoclasicismo y que por su sentimentalismo preludiaba el Romanticismo. Entre sus obras más destacadas se encuentran ‘Psiqué y el Amor’ (Psyché et l'Amour, 1798) y el retrato de Madame Recamier (1802).
En ese mismo sentido son los retratos de Vigée-Lebrun, como puede verse en su retrato de Madame de Staël representada como Corina (hacia 1807-1808).
También las primeras obras de Pierre Paul Prud'hon (1758-1823), Jean-Baptiste Regnault (1754-1829) y Germain Jean Drouais (1763-1788) pertenecen a la estética neoclásica.
También cultivaron el Neoclasicismo en Francia: Jean-François Peyron (1744-1814), inspirado por Poussin y en cuya pintura predominan los colores fríos; Pierre Narcisse Guérin (1744-1833) que se centró en temas históricos; Joseph-Benoît Suvée, a quien se debe L'invention du dessin («La invención del dibujo»), 1791.
'La apoteosis de Homero' de Dominique Ingres |
Finalmente, cabe mencionar a Jean Auguste Dominique Ingres (1780-1867) al que se considera el otro gran pintor neoclásico, incluso superior a David. Su obra, compleja, y dilatada a lo largo de tanto tiempo, incluía elementos románticos, de manera que realmente no se puede adscribir sólo a la estética neoclásica. Su estilo es claramente neoclásico, líneas puras, colores fríos, predominio del dibujo sobre el color, pero la temática es variada, y muchas veces recoge elementos exóticos típicos del orientalismo romántico. La belleza ideal propia del Neoclasicismo se refleja en obras como ‘La bañista de Valpinçon’ (1808).
Los temas neoclásicos.
El gran tema neoclásico es la pintura histórica. Además de la temática histórica, en pintura se cultivaron el retrato y el paisaje.
- PINTURA HISTÓRICA. En la pintura de historia se elegían momentos ejemplares, especialmente de la Roma republicana, que instruyesen sobre las virtudes ciudadanas y cívicas. Respecto a la estética neoclásica, se aplicaron las normas racionalistas del teatro clásico francés de Molière o Racine: la regla de las tres unidades, según la cual una acción ha de desarrollarse en un sólo espacio, en un momento unitario (que es el mismo que corresponde a la representación) y ha de centrarse en una acción, y no en varias historias de los personajes. Además, la pintura se caracterizaba por la presencia de una luz uniforme y cenital, unas líneas nítidas y puras, que describe volúmenes perfectos, y unas formas muy delimitadas.
'La muerte de Sócrates' de Jacques-Louis David |
- RETRATOS. Además de la temática histórica, en pintura se cultivaron el retrato y el paisaje. Si bien, es el retrato una faceta más interesante; en la que prima la sencillez y la caracterización a la romana, como si de un disfraz se tratara. Se impone la moda imperio, especialmente en el vestido y peinado femeninos. Si bien, el único que intentó mezclar la severidad del detalle con la calidez de la psicología del modelo fue Ingres, cuyos retratos son absolutamente prodigiosos.
Paul Lemoyne, retratado por Dominique Ingres |
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