El Gran Canal | E. Manet |
Periodo: 1869-1885.
Afinidades e influencias: Realismo; Paisajismo del Romanticismo inglés, sobre todo Turner y Constable; Corot; Escuela de Barbizon.
Rivalidades: Academicismo.
El movimiento plástico impresionista se desarrolló a partir de la segunda mitad del siglo XIX en Europa, principalmente en Francia. A grandes rasgos, se caracterizó por el intento de plasmar la luz y el instante, sin reparar en la identidad de aquello que la proyectaba.
Un arte burgués y positivista.
El Impresionismo se corresponde con una transformación social y filosófica: por un lado, el florecimiento de la burguesía; por otro, la llegada del positivismo.
Los inicios (Francia).
El germen del movimiento Impresionista se remonta a alrededor del año 1858 y nace en un grupo de artistas de la Academia Suiza (Pissarro, Cézanne, Guillaumin, Monet, Renoir, Sisley, Bazille) interesados en romper con los planteamientos pictóricos tradicionales. Para ello van a centrarse en la pintura al aire libre, en la que pretenden plasmar la cambiante luminosidad de los paisajes y de las figuras humanas. En busca de una nueva forma de entender la pintura, los impresionistas centran su atención en los paisajistas del Romanticismo inglés (sobre todo William Turner y John Constable) y en las innovaciones de Camille Corot y la escuela de Barbizon.
De William Turner toman su gusto por la fugacidad, sus superficies borrosas y vaporosas y el difuminado y la mezcla de los intensos colores; el máximo exponente de estas características lo encontramos en ‘Lluvia, vapor y velocidad’, un cuadro que podríamos considerar ya preimpresionista. De Corot se quedan con la frescura que desprende al renunciar a muchos de los recursos formales renacentistas; no en vano, Corot prefiere concentrar su atención en espacios más planos y sencillos y en superficies más luminosas y, aunque nunca llegará a fragmentar la luz en sus componentes cromáticos como harán los impresionistas y siempre organizará sus lienzos para conseguir una cierta composición clásica, sí que usará con frecuencia una elevada clave tonal e imprimirá un frescor y una espontaneidad nuevos en el Salón oficial que atrae a los pintores del impresionismo.
Además, durante este período inicial es fundamental la figura de Manet, que se convierte en el abanderado del antiacademicismo tras sus trabajos “Merienda sobre la Hierba” y “Olimpia”. Rechazado por los Salones oficiales, Manet promueve el ‘Salon des Refusés’, creado en 1863 a modo de contestación de los Salones Oficiales de Otoño, que mantenían un arte estancado y carente de originalidad.
Los impresionistas se agrupan en torno a la figura de Manet, lo que le ha valido el galardón de padre del Impresionismo. Dos trabajos se consideran esenciales para comprender su influencia en el grupo. El ya mencionado “Desayuno sobre la hierba”, donde las miradas de los personajes nunca se encuentran y en el que, a pesar de que las figuras representadas son humanas, Manet las trata como figuras en un bodegón; este trabajo inculcará en los impresionistas la desatención del modelo y de la narración. Por otra parte “Un bar en el Folies-Bergère” evidencia el interés por los fenómenos lumínicos al introducir un espejo al fondo que refleja toda la profundidad de la sala y las grandes lámparas de araña, iluminación artificial que crea una luz difusa y menos directa y, por tanto, más difícil de pintar.
El público aún no está preparado para este nuevo lenguaje de pincelada descompuesta en colores primarios que han de recomponerse en la retina del espectador. Sin embargo, Impresionismo cuenta con el apoyo de dos fuerzas sociales emergentes: la crítica de arte (que encauzará el gusto del público) y los "marchands" o vendedores de arte (que colocarán sus cuadros en las mejores colecciones del país). Además, las tertulias, los Salones extra-oficiales y el propio escándalo se van a convertir en vehículos propagandísticos del nuevo estilo. Eso sin hablar ya del favor que disfrutarán por parte de la burguesía, encantada de verse retratada en los lienzos impresionistas.
Formalización del impresionismo (Francia).
El año 1873 marca un giro característico del Impresionismo. Los tanteos están olvidados. El paso de la fase preparatoria a la fase de florecimiento ha empezado. Todos los impresionistas son ya conscientes de formar un grupo y de tener iguales objetivos que defender. Su primera aparición pública como tal se está fraguando.
Fundan una Sociedad Anónima de pintores, escultores y grabadores que, por fin, en 1874, logra organizar una muestra en los salones del fotógrafo Nadar. En total participan 39 pintores con más de 165 obras, de las que 10 son de Degas, la mayor aportación individual del grupo; entre todas ellas se halla la ya legendaria ‘Impresión: sol naciente’ de Monet que, burlonamente citada por el crítico Louis Leroy, dará nombre al grupo.
Tras la primera exposición, los impresionistas reúnen sus obras en 7 ocasiones: 1876, 1877 (momento de mayor cohesión del movimiento), 1879, 1880, 1881, 1882 y 1886. A lo largo de dichas exposiciones, algunos de los pioneros dejan el grupo (Cézanne, Monet, Renoir, Sisley) y se suman artistas nuevos (Cassatt, Gauguin, Redon, Seurat, Signac).
Las primeras publicaciones importantes sobre la nueva tendencia son los artículos de Zola (en ‘L'Évènement’) y Castagnary (en ‘Le Siècle’), ‘La nouvelle peinture’ (1876) de Duranti y la ‘Historia de los pintores impresionistas’ (1878) de Duret.
Técnica.
Los impresionistas prescinden de los grandes lienzos. Esto se debe a que estos no se tratan de compromisos sociales sino, en todo caso, de encargos privados.
Además, los impresionistas tienen por costumbre salir a la calle o al campo para trabajar, por lo que han de reducir el material que llevan consigo. De gran ayuda será para ello el uso del óleo en tubo, generalizado a mediados del siglo XIX, que libera al artista de la engorrosa elaboración de pigmentos en el estudio y le permite salir a pintar al exterior.
Tienden a usar con creciente frecuencia colores puros y sin mezcla, sobre todo los tres colores primarios (rojo, azul y amarillo) y sus complementarios (verde, naranja y morado respectivamente). Sin embargo, a veces se permiten mezclarlos directamente sobre la superficie del lienzo. Prescinden de los colores pardos y terrosos y destierran el negro de la paleta al observar que las sombras nunca son negras, sino coloreadas. Al igual, el blanco puro no existe, sino que la luz lo carga de matices innumerables.
Para distribuirlos obedecen a ley de colores complementarios y los emplean normalmente distinguiendo entre los fríos y los cálidos. Las sombras dejan de estar compuestas por colores oscuros y pasan a estar compuestas por colores fríos o desaturados, que crean ilusión de profundidad. Del mismo modo, las luces dejan de ser claras para convertirse en colores cálidos o saturados, que dan la sensación de elevarse del fondo. Se rompe así con el sistema clásico del claroscuro, más propio del dibujo, y de la perspectiva…
A decir verdad, los impresionistas huyen de todos los recursos propios del dibujo, aplicando en sus cuadros únicamente los recursos propios de la pintura: es decir, el color. A esta explosión de color contribuyen las importantes evoluciones científicas y técnicas de la segunda mitad del siglo XIX, que permiten la creación de nuevos pigmentos con los que los pintores consiguen una pureza y saturación impensables hasta el momento.
Desplazada por el color, la preocupación por la forma desaparece y deja paso a la obsesión por la luz y su influencia sobre el color de los objetos. Los impresionistas buscan condiciones de iluminación que reten a su genio: la luz artificial de Edgar Degas en sus salones de ballet, la iluminación natural filtrada de Auguste Renoir y sus arboledas, los reflejos en el agua en los estanques Claude Monet... Ante la presencia de la luz, las formas se diluyen, se mezclan o se separan dependiendo de la luz a la que están sometidas, dando lugar a esa «impresión» que le da nombre al movimiento.
¿Y qué ocurre si liberamos al pintor del encorsetamiento de la forma, de la sombra, del dibujo? La pincelada se libera y aparece corta, fragmentada, dejando a veces entrever el blanco del lienzo, siendo la retina del espectador la que ha de recomponer esas pinceladas sueltas para captar la imagen. Esta pincelada ligera unida al pequeño tamaño de los lienzos que usaban confiere a los impresionistas una gran agilidad y velocidad en sus trabajos... Pero, ojo, que no hablo de una velocidad figurada, sino real, ya que un impresionista podía acabar un lienzo en unos 15 minutos.
Un arte burgués y positivista.
El Impresionismo se corresponde con una transformación social y filosófica: por un lado, el florecimiento de la burguesía; por otro, la llegada del positivismo.
- La burguesía, como nuevo fenómeno social, trae sus propios usos y costumbres. Gracias a ellos el campo deja de ser lugar de trabajo para convertirse en lugar de ocio y de excursiones campestres. La ciudad, en tanto, se convierte en un nuevo espacio para la nueva clase social: los “flanneurs”, paseantes ociosos que se lucen y asisten a conciertos en los bulevares y los jardines de París. Cobra relevancia la noche y sus habitantes, los locales nocturnos, el paseo, las cantantes de cabaret, el ballet, los cafés y sus tertulias… Un mundo fascinante que sobre lienzo de los impresionistas eclipsan los grandiosos temas del pasado.
- El positivismo, que defiende que el único conocimiento auténtico es el conocimiento científico, surgido al confirmar las teorías a través del método científico. Irrumpe en la pintura en busca la objetividad de la percepción, de un criterio científico que resta valor a todo lo que no sea clasificable según las leyes del color y de la óptica.
'Baile en el Moulin de la Galette' de Pierre-Auguste Renoir (1876) |
Los inicios (Francia).
El germen del movimiento Impresionista se remonta a alrededor del año 1858 y nace en un grupo de artistas de la Academia Suiza (Pissarro, Cézanne, Guillaumin, Monet, Renoir, Sisley, Bazille) interesados en romper con los planteamientos pictóricos tradicionales. Para ello van a centrarse en la pintura al aire libre, en la que pretenden plasmar la cambiante luminosidad de los paisajes y de las figuras humanas. En busca de una nueva forma de entender la pintura, los impresionistas centran su atención en los paisajistas del Romanticismo inglés (sobre todo William Turner y John Constable) y en las innovaciones de Camille Corot y la escuela de Barbizon.
De William Turner toman su gusto por la fugacidad, sus superficies borrosas y vaporosas y el difuminado y la mezcla de los intensos colores; el máximo exponente de estas características lo encontramos en ‘Lluvia, vapor y velocidad’, un cuadro que podríamos considerar ya preimpresionista. De Corot se quedan con la frescura que desprende al renunciar a muchos de los recursos formales renacentistas; no en vano, Corot prefiere concentrar su atención en espacios más planos y sencillos y en superficies más luminosas y, aunque nunca llegará a fragmentar la luz en sus componentes cromáticos como harán los impresionistas y siempre organizará sus lienzos para conseguir una cierta composición clásica, sí que usará con frecuencia una elevada clave tonal e imprimirá un frescor y una espontaneidad nuevos en el Salón oficial que atrae a los pintores del impresionismo.
'Merienda sobre la hierba' de Edouard Manet |
Además, durante este período inicial es fundamental la figura de Manet, que se convierte en el abanderado del antiacademicismo tras sus trabajos “Merienda sobre la Hierba” y “Olimpia”. Rechazado por los Salones oficiales, Manet promueve el ‘Salon des Refusés’, creado en 1863 a modo de contestación de los Salones Oficiales de Otoño, que mantenían un arte estancado y carente de originalidad.
Los impresionistas se agrupan en torno a la figura de Manet, lo que le ha valido el galardón de padre del Impresionismo. Dos trabajos se consideran esenciales para comprender su influencia en el grupo. El ya mencionado “Desayuno sobre la hierba”, donde las miradas de los personajes nunca se encuentran y en el que, a pesar de que las figuras representadas son humanas, Manet las trata como figuras en un bodegón; este trabajo inculcará en los impresionistas la desatención del modelo y de la narración. Por otra parte “Un bar en el Folies-Bergère” evidencia el interés por los fenómenos lumínicos al introducir un espejo al fondo que refleja toda la profundidad de la sala y las grandes lámparas de araña, iluminación artificial que crea una luz difusa y menos directa y, por tanto, más difícil de pintar.
El público aún no está preparado para este nuevo lenguaje de pincelada descompuesta en colores primarios que han de recomponerse en la retina del espectador. Sin embargo, Impresionismo cuenta con el apoyo de dos fuerzas sociales emergentes: la crítica de arte (que encauzará el gusto del público) y los "marchands" o vendedores de arte (que colocarán sus cuadros en las mejores colecciones del país). Además, las tertulias, los Salones extra-oficiales y el propio escándalo se van a convertir en vehículos propagandísticos del nuevo estilo. Eso sin hablar ya del favor que disfrutarán por parte de la burguesía, encantada de verse retratada en los lienzos impresionistas.
'Un bar en el Folies-Bergère' |
Formalización del impresionismo (Francia).
El año 1873 marca un giro característico del Impresionismo. Los tanteos están olvidados. El paso de la fase preparatoria a la fase de florecimiento ha empezado. Todos los impresionistas son ya conscientes de formar un grupo y de tener iguales objetivos que defender. Su primera aparición pública como tal se está fraguando.
Fundan una Sociedad Anónima de pintores, escultores y grabadores que, por fin, en 1874, logra organizar una muestra en los salones del fotógrafo Nadar. En total participan 39 pintores con más de 165 obras, de las que 10 son de Degas, la mayor aportación individual del grupo; entre todas ellas se halla la ya legendaria ‘Impresión: sol naciente’ de Monet que, burlonamente citada por el crítico Louis Leroy, dará nombre al grupo.
Tras la primera exposición, los impresionistas reúnen sus obras en 7 ocasiones: 1876, 1877 (momento de mayor cohesión del movimiento), 1879, 1880, 1881, 1882 y 1886. A lo largo de dichas exposiciones, algunos de los pioneros dejan el grupo (Cézanne, Monet, Renoir, Sisley) y se suman artistas nuevos (Cassatt, Gauguin, Redon, Seurat, Signac).
Las primeras publicaciones importantes sobre la nueva tendencia son los artículos de Zola (en ‘L'Évènement’) y Castagnary (en ‘Le Siècle’), ‘La nouvelle peinture’ (1876) de Duranti y la ‘Historia de los pintores impresionistas’ (1878) de Duret.
Impresión, sol naciente |
Técnica.
Los impresionistas prescinden de los grandes lienzos. Esto se debe a que estos no se tratan de compromisos sociales sino, en todo caso, de encargos privados.
Además, los impresionistas tienen por costumbre salir a la calle o al campo para trabajar, por lo que han de reducir el material que llevan consigo. De gran ayuda será para ello el uso del óleo en tubo, generalizado a mediados del siglo XIX, que libera al artista de la engorrosa elaboración de pigmentos en el estudio y le permite salir a pintar al exterior.
Tienden a usar con creciente frecuencia colores puros y sin mezcla, sobre todo los tres colores primarios (rojo, azul y amarillo) y sus complementarios (verde, naranja y morado respectivamente). Sin embargo, a veces se permiten mezclarlos directamente sobre la superficie del lienzo. Prescinden de los colores pardos y terrosos y destierran el negro de la paleta al observar que las sombras nunca son negras, sino coloreadas. Al igual, el blanco puro no existe, sino que la luz lo carga de matices innumerables.
Para distribuirlos obedecen a ley de colores complementarios y los emplean normalmente distinguiendo entre los fríos y los cálidos. Las sombras dejan de estar compuestas por colores oscuros y pasan a estar compuestas por colores fríos o desaturados, que crean ilusión de profundidad. Del mismo modo, las luces dejan de ser claras para convertirse en colores cálidos o saturados, que dan la sensación de elevarse del fondo. Se rompe así con el sistema clásico del claroscuro, más propio del dibujo, y de la perspectiva…
A decir verdad, los impresionistas huyen de todos los recursos propios del dibujo, aplicando en sus cuadros únicamente los recursos propios de la pintura: es decir, el color. A esta explosión de color contribuyen las importantes evoluciones científicas y técnicas de la segunda mitad del siglo XIX, que permiten la creación de nuevos pigmentos con los que los pintores consiguen una pureza y saturación impensables hasta el momento.
Desplazada por el color, la preocupación por la forma desaparece y deja paso a la obsesión por la luz y su influencia sobre el color de los objetos. Los impresionistas buscan condiciones de iluminación que reten a su genio: la luz artificial de Edgar Degas en sus salones de ballet, la iluminación natural filtrada de Auguste Renoir y sus arboledas, los reflejos en el agua en los estanques Claude Monet... Ante la presencia de la luz, las formas se diluyen, se mezclan o se separan dependiendo de la luz a la que están sometidas, dando lugar a esa «impresión» que le da nombre al movimiento.
¿Y qué ocurre si liberamos al pintor del encorsetamiento de la forma, de la sombra, del dibujo? La pincelada se libera y aparece corta, fragmentada, dejando a veces entrever el blanco del lienzo, siendo la retina del espectador la que ha de recomponer esas pinceladas sueltas para captar la imagen. Esta pincelada ligera unida al pequeño tamaño de los lienzos que usaban confiere a los impresionistas una gran agilidad y velocidad en sus trabajos... Pero, ojo, que no hablo de una velocidad figurada, sino real, ya que un impresionista podía acabar un lienzo en unos 15 minutos.
'Bailarinas basculando' de Edgar Degas |
Hola Auxi me ha encantado toda la relación sobre los impresionista que expones , ya que soy una enamorada de este estilo,aparte de los franceses también he decubierto a algunos impresionistas norteamericanos como F.Frieseke,me cuesta seguir avanzando en la pintura actual,por que sigo y sigo con "ellos" encuentro una pintura fresca , alegría de vivir, trazos dinámicos,colores brillantes , en fin cuanto más observo más me gustan.Sé que algún día llegaré hasta Tapies .Estupendo tú blog
ResponderEliminarGracias! La verdad es que también yo siento una gran debilidad por los impresionistas y esa frescura y alegría de la que hablas. Eso me ayudó bastante en la redacción de este post, ya que gracias a ese interés conocía bien sus experimentos y su teoría sobre el color y las formas.
ResponderEliminarPronto empezaré junto a sus artistas esa andadura que hasta hoy tracé con los artistas ingleses de finales del XIX, tan olvidados hoy en día en los libros de textos. Entre ellos no faltarán Monet, Manet, Van Gogh... ni esos impresionista americanos de los que hablas; de hecho, ya incluí algunos en este blog hace tiempo, pero sé que me queda mucho por descubrir y eso es emocionante, ya que este ideé este blog para plasmar en él mis descubrimientos :D
Quiero, además, darte las gracias, Pink; siempre es alegre hallar por estos lares almas gemelas con las que compartir y compartirme. Y gracias también por detener tus pasos aquí y dedicarme un momento, gracias por tus palabras, que tanto me animan.
Un abrazo.